“No me importa nada lo que me
digan o lo que me pase”, dijo el esforzado rescatista “lo más importante es dar
tranquilidad a los familiares de los viejos”. Así, por boca de un trabajador,
nos enterábamos de esta esperanzadora noticia que marcó el término de la
primera espera.
Queremos destacar la fuerza y
convicción de las familias mineras que presionaron constantemente para que las
tareas de búsqueda no se detuvieran y se hicieran más agilmente. Con solicitudes
expresas a los medios de prensa para que no se retiraran del lugar y con
presiones fuertes a la autoridad, lograron que esta vez se pusieran todos los
recursos a disposición de las labores de búsqueda y rescate.
Estamos contentos por el contacto
con estos 33 valientes que desafiaron la ciega tiniebla del socavón, el vientre
húmedo y caliente de la montaña, la pobreza bicentenaria de sus vidas, la
ambición sin límite de la patronal. Todo, siempre les ha sido vedado y esta vez
le siguen peleando a la adversidad más extrema; no sólo a la que les explota
ferozmente, sino a la que pretende arrebatarles la vida.
Trabajadores de mi patria: allá, a setecientos metros bajo
nosotros, reciban nuestro abrazo, nuestro aplauso por la valentía y por
el coraje de vuestras familias.
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