“CUBA, CUBA, CUBA…”

Nuestro amigo Rubén Pino Martínez,  Consejero Cultural de la Embajada de Cuba, ha tenido la amabilidad de entregarnos una nota reciente hecha a nuestro poeta y vecino chillanejo, Gonzalo Rojas. A continuación la publicamos en extenso. Gracias Rubén.



Parecería que el mundo se concentrara  en apenas una sala de cinco metros de largo por dos de año. Entre libros, tapices, máscaras, figuras, platos de cobre, porcelana o vidrio, reminiscencias de múltiples culturas que acompañan al gran poeta, en su casa de Chillán, transcurre este diálogo con la historia y el recuerdo.

Objetos que le llevan y traen en la memoria y le “transportan” a una isla cercana, y que se le antoja muy propia en medio de su planeta imaginado,  sazonan este encuentro con la Embajadora de Cuba en Chile, Ileana Díaz-Argüelles Alasá, de visita en Chillán.

El encuentro se produjo luego de que la diplomática cubana compartiera  con los 34 médicos y personal de la salud, integrantes de la Brigada Médica de la isla “Henry Reeve”, quienes apoyan con sus servicios en la región, pocos días después del terremoto del 27 de febrero último.

“Gran tarea la que hacen”, comentaba Rojas, al conocer las peculiaridades del Hospital de Campaña cubano, su tecnología y experiencias precedentes.

“Usted me honra con su visita, Embajadora. Apreciamos mucho los servicios que ustedes prestan a nuestro país, con terremoto o sin terremoto, sabemos que son muchos. A ustedes de les quiere…¡Ah,  mi Cuba grande!. Allí siempre ha habido un apego mayor a la labor humana. Allí viví, y ustedes me dieron un techo y de comer, cuando sobrevino la muerte de Salvador Allende. Yo quedé  anclado en La Habana!”

Y lo dice, conciente de quien deposita --con su entonación-- una cuota mayor de gratitud  a la que pudiera interpretarse de su verbo explícito: “Fue en 1973, yo  estaba como Encargado de Negocios del Gobierno de la Unidad Popular, en la Embajada chilena en La Habana, y cuando mataron a Allende, no obstante la negativa en el Senado, asumí como Jefe de Misión en la isla (….) Y como lo dije a mis 90 años, la última vez que estuve en Cuba, ¡yo soy Fidelista y Allendero!”.  

“Al cabo de 37 años sin volver, hace dos que estuve en La Habana. En cinco días me hicieron un libro, sin una sola errata. (Se refiere a su antología poética Contra la muerte y otras visiones, editada por el Fondo Editorial de la Casa y presentada durante su visita)…¿Habría posibilidad de tener un ejemplar de ese libro? –preguntó con modestia y sencillez indescriptibles--. ¡Esa Cuba mágica! ¡Que linda! Muchas veces había viajado a Cuba, invitado por mis amigos de Casa de las Américas”.

En la última vez que lo hizo, de conjunto con los veinte jurados que conformaron la cuarenta y nueve edición del Premio Literario Casa de las Américas, el 21 de enero del 2008, se prestigiaba este certamen con la presencia del poeta chileno, como invitado de honor para la  velada de inauguración. En ese entonces, igualmente, su modestia afloró: “Siempre habrá otros para hablar del libro, del portento del libro, del futuro del libro, esa especie de arcángel que vino del papiro y que ya empieza a ser proscrito del planeta por obra de la hibridez, la malversación del pensamiento, de la plata y la muerte”, --dijo entonces el Premio Cervantes de las Letras y Premio Nacional de Literatura en Chile--

CUBA ES CUBA 

Ávido por conocer sobre Cuba, sus relaciones con la nueva administración estadounidense y el Gobierno español,  el diálogo de Rojas con la Embajadora cubana trascendió estos tópicos, a la par de retomar otros igual de actuales y definitorios.  Díaz-Arguelles le explicó acerca del llamamiento promovido por la  Red Mexicana en Defensa de la Humanidad, y asumido internacionalmente por muchas personalidades de la cultura y el pensamiento crítico, académicos y luchadores sociales de decenas de países, que continúan denunciando --con su adhesión pública a ese llamado--,  el acoso mediático a la isla, como un atentado contra los derechos humanos y políticos del pueblo cubano.

“Cuba es Cuba” – apuntó Gonzalo Rojas. “Y si no, pregunte a todos los escritores de la década del cincuenta, del sesenta, del setenta, los grandes escritores de la tierra, que iban todos a Cuba. Yo  entré la primera vez, ni muy tarde ni muy temprano, como seis meses después del triunfo de la Revolución.”

“Recuerdo que el triunfo me sorprendió en Roma. Estaba con mi hijo mayor, Rodrigo Tomas, quien estudiaba por ese entonces en Italia. Ambos leíamos  el periódico. El diario publicaba dos titulares importantes: uno relacionado con las novedades de los rusos y sus incursiones en la Luna, y el otro, Fidel entró en La Habana.  De inmediato le pregunté a mi hijo Rodrigo, ¿cuál de los dos titulares le gustaba más? Indiscutiblemente, el segundo –me respondió”-. Y parecería que al narrarlo, su sonrisa le iluminara el rostro.

“¡Ahí estoy yo no más! Yo suscribo, Embajadora, todo lo que sea el reconocimiento a una tarea mayor en el mundo, el ejercicio de pensar y pararnos limpiamente en el mundo, como lo hacen los cubanos”, --declaró el poeta.

”Será muy grato estar siempre en una proximidad e inmediatez con ustedes los cubanos. ¡Encantado!”

Con ese proverbial sentido del humor que le caracteriza, no sólo nos mostró su casa, su biblioteca y jardín ambientado. Procuró adueñarse del tiempo y el espacio a la hora de hacer planes de visita a la isla: “Ahora que estoy un poquito doliente y enfermillo, tengo que cuidarme. Pero cuando empiece a padecer el frío acá, en los meses de junio y agosto, ¿cómo estaría el clima por Cuba? ¿Puedo vivir tres meses en Cuba?” –se preguntó el maestro--. “Tres meses en La Habana y se resuelven todos mis problemas”.

¡ME ILUMINA QUE HAYAN VENIDO!

Cuando  la Sociedad de Escritores de Chile premiaba en 1946 la aparición de su libro La miseria del hombre, y por entonces distinguían ese hecho como una “explosión de vitalidad poética”; en aquel entonces, la modestia de este bardo chillanejo le hacía definir su apego con la palabra de la manera más singular: "… en realidad sé muy poco sobre poesía. Tal vez podría examinar el simbolismo de algunos poemas, las vivencias correspondientes, el primer estallido, las determinaciones en la palabra, lo que falta, lo que sobra, pero siempre estaría empezando a explicar cosas que a nadie sino a mí pertenecen."

Y fue su sentido de pertenencia lo que puso punto final a este encuentro-entrevista. Invitado a definir este singular coloquio con la palabra, en tres palabras, Gonzalo Rojas  -- como que huyendo instintivamente del juego de ellas,  y procurando un mayor  esfuerzo por reducirlas al mínimo, como que buscando una “poesía hecha de hechos y no de combinaciones o figuras literarias”,  al decir de Nicanor Parra,--  decidió abrazarnos con su verbo nonagenario:  “Cuba, Cuba , Cuba.”

Textos y fotografía. Rubén Pino



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